Cualquiera que guste de pasear y observar lo que le rodea se hará inmediatamente consciente de la gran diversidad de seres que habitan nuestros bosques. Desde los grandes mamíferos como el oso o el lobo, hasta los insectos y hongos más diminutos.

Los abejorros y escarabajos vuelan pesadamente y como si de un viejo avión se tratase rompen el silencio con sus zumbidos en su desplazamiento, las hojas de los árboles susurran historias secretas al contacto con el aire, las aves canturrean o dan la voz de alarma por los intrusos, y el resto de seres intentan pasar desapercibidos al visitante que no está atento.

 Cuando realizamos nuestro trabajo tenemos la suerte de disfrutar de esas maravillas e incluso de sorprendernos con los hallazgos que hacemos al realizar los desbroces y preparar las fincas. Este fue el caso de este nido de curruca capirotada que se encontraba oculto entre el matorral.

Como siempre llevamos los ojos bien abiertos no hubo que lamentar víctimas, y como podéis ver, a los polluelos el incidente no les quitó el apetito. Mientras permanecen en el nido esperando a sus progenitores están totalmente inmóviles y silenciosos, pero con la mínima percepción de movimiento alzan sus diminutos y desplumados cuerpos; con el cuello muy estirado y el pico abierto al máximo para reclamar su comida.  

Dado que nuestro principal objetivo es la conservación, respetamos la zona del matorral donde estaba situado para que no haya ningún problema y la nidada pueda salir adelante.

 El papel de las aves es muy  importante, controlan insectos, diseminan semillas, polinizan. Pero hay que recordar que todos y cada unos de los seres vivos que conforman un ecosistema tiene su función y que necesitamos de todos y cada uno para mantener ecosistemas sanos y equilibrados.