La gestión del lobo es un tema exclusivamente científico y técnico, complejo y con condicionantes políticos en las decisiones finales. Pero el origen de la búsqueda de soluciones que hagan compatible la conservación de esta especie y su encaje en ecosistemas en los que comparte el hábitat con la ganadería, es fundamentalmente científico.
Y dentro del aspecto científico, se encuentra precisamente uno de los problemas que hacen irresoluble la situación. El monopolio por el control del lobo.
El lobo, como ha sucedido con otras especies de la fauna salvaje ibérica, tiene dueños, y desde hace muchos años. Un entramado de intereses ha impedido que en España se hayan formado técnicos independientes especializados en la gestión del lobo.
En función de en qué zonas de trabajo, bajo qué condiciones políticas o con que intereses de tal o cual administración, desde una local a las ministeriales, desde hace décadas aparecen en exclusiva los “expertos”, los únicos que pueden dictaminar, valorar o considerar las soluciones a los problemas, o sencillamente hablar científicamente del lobo y sus circunstancias.
En el fondo de esta situación se esconden dos factores que determinan la lucha de poder entre un colectivo de no más de una docena de sabios del lobo. Dinero, hacerse con el control económico derivado de estudios, censos o informes y del protagonismo científico que les aúpa como en una carrera de fórmula uno al podio de los más sabios
Hacerse con el control de estos dos aspectos, ha hecho imposible que durante décadas, en España se pudieran poner en marcha iniciativas que buscaran encontrar mecanismos de conocimientos vinculados a lobo, diversificando tanto la formación de especialistas como incrementando los conocimientos vinculados a los diferentes espacios donde está presente la especie, ya que no es lo mismo la problemática de la cohabitación del lobo con la actividad humana en un territorio que en otro.
Peor aún. Para mantener esta situación es necesario que el conflicto se mantenga vivo, a nadie de estos “sabios expertos” les interesa que se solucionen problemas. La solución a los conflictos pudiera poner fin también a la situación de privilegios de los que disfrutan. El conflicto, si no lo hay se crea y de manera inmediata se propone una solución que nunca llega, pero que implica nuevas líneas de trabajo financiadas con dinero público acompañadas de más publicaciones de sesgo científico por las que se paga si es necesario para que sean publicadas.
Todo un círculo vicioso en el que las alianzas y las peleas son entre ellos un modus operandi de intereses que no parece tener fin. Unos buscan como objetivo la conservación del lobo argumentando su estado crítico poblacional. Cuanto más sea el nivel de protección, mayor posibilidad de que el lobo pase a formar parte en toda España de un estatus que permita acceder a los fondos millonarios de los programas Life de la Unión Europea.
A la contra, se plantean modelos de censo bajo el criterio del incremento poblacional y la necesidad de conocer cual es realmente la situación del lobo en España, lo que implicaría las medidas de gestión correspondientes. Censos que hemos visto a lo largo de décadas que fluctuaban en cifras que se ajustaban a las necesidades políticas de cada territorio prospectado.
Ahora toca la captura y el radiomarcaje que se propone como una solución total al problema del conocimiento, pero con el inconveniente de que el modelo habrá que ejecutarlo de manera permanente durante años. Queda asegurado el sueldo hasta la jubilación de estos sabios, amos del lobo.
Asturias abrió el camino a la politización del lobo
El Gobierno Regional asturiano tomó la iniciativa de mostrar a la sociedad el trofeo del “animal asesino”, en una inédita actitud de agresividad ambiental impropia de los tiempos en los que vivimos donde el respeto hacia la naturaleza ha sido un logro alcanzado por la sociedad durante décadas de democracia.
Hoy, la trayectoria regional asturiana respecto del lobo no ha variado mucho, cambiando únicamente las formas. Alentada por quienes mandan, la actitud visceral de cómo gestionar el problema de la coexistencia del lobo con las actividades humanas se engancha al modelo instaurado por la Administración, pero incrementado la sensación de barbarie emocional ante la sociedad, al más puro estilo del Oeste Americano donde la Ley ni se la conoce ni se la espera.
Asturias ha recuperado la tradicional visión medieval del asesino colgado en los caminos para escarnio de sus fechorías. Es sin duda alguna una sucesión de la actuación institucional iniciada con el linchamiento y la exhibición de lobos ante un mundo rural que desde la noche de los tiempos le ha tenido por un enemigo, bien por los daños que genera o simplemente por inercia cultural basada en la ignorancia y el miedo. Ahora en tiempos modernos como macabra estrategia para obtener su voto político y llegar al poder.
Un círculo vicioso que no trata de descubrir la realidad.
La trama de intereses políticos, económicos y científicos se enrosca como una pescadilla que se muerde la cola para no salir cada uno de los actores de sus círculos de intereses. Mientras, la problemática de la conservación, gestión o supervivencia del lobo en España, margina aspectos que debería de ser clave para llagar a que este permanente conflicto tenga al menos una amortiguación y alcance el objetivo de que su conservación sea compatible con la actividad humana.
Nadie centra su atención en situaciones estratégicas en el ámbito de la ecología de carnívoros carroñeros como es el lobo. Decenas de miles de cadáveres de animales que deberían de quedar en la naturaleza son retirados como escusa del cumplimiento de una normativa que tiene detrás de ella un sustancioso negocio económico. La transformación de cadáveres en grasas animales. Se sabe que esta retirada de carroñas implica que determinadas poblaciones de lobo modifiquen sus hábitos de obtención de alimento incrementando los daños al ganado.
Tampoco parece que nadie quiere intervenir en el permanente fraude consentido de tramitar reclamaciones de falsos ataques cuando en realidad se trata del consumo pasivo de las carroñas de ganado doméstico que quedan abandonadas en la naturaleza.
O tampoco se escucha que se haga un serio análisis de una situación que se oculta intencionadamente. Son los daños a la ganadería causados por perros y que son achacados al lobo por intereses de lo más variopinto. Da la sensación que el gran problema de los daños causados por ataques de perros al ganado, apenas existe en España, cuando la realidad es que deben de ser miles los ataques, pero muchos de ellos se echan sobre la espalda de lobo de manera injusta e hipócrita si se producen en áreas donde está presente.
Perros comiendo ganado doméstico, un problema que se soluciona gracias a la presencia de los lobos, que paguen ellos como autores.
La conservación del lobo exige un mayor esfuerzo de trabajo, mayor coordinación e incremento de conocimientos, una mejor gestión administrativa y una menor intromisión política. Pero especialmente necesita acabar de una vez por todas con años y años de manipulación interesada y monopolio para que solamente unos pocos se sigan beneficiando manteniendo permanentemente el conflicto bajo la escusa de que lo están solucionando.