A nadie se le escapa, ni a los que lo protegen ni a los que lo quieren matar, que precisamente matar al lobo, está íntimamente relacionado con la animadversión que una parte de personas sienten hacia esta especie.
Se podría entender la animadversión que el mundo rural tiene sobre el lobo, dado el secular enfrentamiento entre depredador y propietario de ganado, pero es menos comprensible que esa animadversión llegue a la situación de histeria en parte del colectivo de cazadores. Salvo que evidentemente, el enfrentamiento se haga visible por ese carácter depredador de la especie y el singular sentimiento de propiedad que algunos cazadores poseen de las especies cinegéticas.
Sea como sea, estas dos sociedades han hecho posible que el lobo sea ahora motivo de alarma social ya que trasladados los acontecimientos ecológicos del lobo al resto de la sociedad a través de los medios de comunicación, el lobo siempre es culpable.
Lo podemos ver día a día en los numerosos artículos y citas que en todo medio de comunicación se ofrece sobre la mortandad de ganado, el cual, solo es muerto por el lobo, sin tener en cuenta otras factores que pueden también causar muertes de ganado sin que por ello tenga que ser el lobo.
De igual manera, se achaca al lobo toda la problemática de la conservación de la fauna cinegética, en especial la disminución, cuando no la desaparición de poblaciones de ungulados sin percibir que la verdadera causa puede estar en la excesiva presión cinegética.
La anulación de la presunción de inocencia del lobo va unida a la indefectible sentencia de culpabilidad. Solo el lobo es culpable de muchos de los males que acontecen en el mundo rural y la caza mayor.
Por eso la aplicación de cualquier medida para matar lobos es válida, tanto la legal amañada en tecnicismos y estudios baratos, como la ilegal de matar al lobo sea como sea, que queda a su vez amparada en la presunta legalidad por el mero hecho de que el lobo es el culpable. Hablamos por ejemplo de las casetas de la muerte de Castilla y León.
La absolución de los cinco activista de Lobo Marley, no es solamente un logro en la lucha por la defensa del lobo, es a su vez un hito que pone de manifiesto que el lobo NO ES CULPABLE.
La culpabilidad la tienen quienes sin ningún escrúpulo utilizan al lobo para sus fines políticos y sindicalistas, a sabiendas de que la sociedad en general, poco culta en temas de ecología, tiende a otorgar esa culpabilidad con facilidad, encontrando apoyo para esos fines con esta estrategia.
Más culpables son quienes a través del pretendido amparo de la Ley, en este caso la de Caza, utilizan el argumento de la culpabilidad del lobo para matarlo ilegalmente.
Nadie argumenta que el lobo no sea una especie compleja desde un punto de vista ecológico y complicada para las administraciones su gestión. Pero los ciudadanos pagamos impuestos para que los gobernantes encuentren soluciones razonables para salvaguardar los intereses de las personas y a la vez garantizar la conservación de una biodiversidad en la que en su conjunto, el lobo es una pieza clave en el tablero de la ecología.
Si las administraciones no quieren enfrentarse al reto y la solución más práctica es condenar al lobo, la sociedad civil representada por amantes de la naturaleza, ecologistas, investigadores y todo aquél que se sienta cercano a la naturaleza, tienen perfecto derecho a defenderlo, incluido el tirar a patadas las casetas de la muerte.