Hace unos días, publicábamos nuestro FAPAS HOY vinculado a las declaraciones del Presidente de la principal sociedad de cazadores de Asturias que decía que los ecologistas lavan el cerebro a los niños en el colegio y como consecuencia, la caza no tiene relevo generacional.
Desde que en España han surgido los movimientos animalistas pidiendo la prohibición de la caza, este sector ha iniciado una severa campaña contra la conservación de la naturaleza, confundiendo ecologismo con animalistas.
FAPAS, no está dispuesta a callarse ante esta situación. La educación ambiental es un derecho y un objetivo a escala mundial. La caza, representa lamentablemente el hipocentro de muchas miserias humanas trasladadas al sufrimiento de otros seres vivos.
Artículo de opinión del Presidente de FAPAS, Roberto Hartasánchez, publicado en el diario de mayor distribución de Asturias, LA NUEVA ESPAÑA, en respuesta a:
CAZA Y EDUCACIÓN AMBIENTAL
Con la aparición y la proliferación de los acuerdos multilaterales sobre el medio ambiente, se hacen necesarios nuevos conceptos y enfoques para la educación ambiental y la sensibilización del público al respecto. El Convenio sobre la Diversidad Biológica propugna que, juntas, la educación ambiental y la sensibilización del público constituyan una disciplina por derecho propio y forme parte de las redes de conocimientos.
Orlando Hall Rose y Peter Bridgewater
La mundialización constituye el rasgo más general del tiempo histórico que le corresponderá vivir a la educación en el presente siglo. Súbitamente se ha situado en el terreno del análisis, casi al mismo tiempo que Internet dejaba de ser, en pocos años, un juguete de iniciados excéntricos para convertirse en un pilar fundamental de la nueva economía y de la nueva sociedad.
Francisco López Rupérez
Estas citas, forman parte de la publicación de la UNESCO: La Educación ambiental: pilar de un desarrollo sostenible y desde mi punto de vista, vienen a cuento para analizar, aunque sea de manera muy sucinta, las razones por la que la caza parece no tener adeptos jóvenes para perpetuarla, tal como se quejan muchos cazadores y en un alarde de sinceridad, lo manifestaba el Presidente de una de los principales Sociedades de Cazadores de Asturias hace unos días en LA NUEVA ESPAÑA donde declaraba: NO HAY GENTE JÓVEN QUE CAZE; LOS ECOLOGISTAS LAVAN EL CEREBRO EN EL COLEGIO.
En Asturias, en los años 70 del siglo pasado, se llevaron a cabo amplias campañas de sensibilización ambiental donde miles de niños de las escuelas recibieron por primera vez información sobre la conservación de la naturaleza. Hoy en día, la mayor campaña de sensibilización ambiental con escolares, se lleva a cabo en las instalaciones y cercado osero del Valle de Trubia, siendo un referente educativo.
Vincular por tanto la ausencia de interés por la caza de la gente joven con campañas estratégicas del ambiente ecologista, no va más allá de la torpeza de ser incapaz de entender lo que sucede en la actualidad en nuestro entorno social, tal como manifiestan los autores del trabajo publicado por la UNESCO. Diríamos que el conocimiento y la transmisión rápida, hacen que la cultura cinegética sea ahora otra muy diferente de la que había hace décadas y donde esta actividad era un concepto asumido socialmente.
En este contexto, es en el que se ubica hoy la caza, una actividad que llega a través de la transmisión rápida y a millones de personas como información e imágenes que generan rechazo social a una inmensa mayoría de personas sensibilizadas con los aspectos ambientales, éticos y morales. Se diría que el mayor enemigo de la caza es el cazador al trasladar a la sociedad imágenes cruentas, de difícil explicación y comprensión y en el ambiente social actual, tales acciones parece que se producen como un intento de provocación al resto de la sociedad, que reacciona rechazando o pidiendo la anulación de la caza.
La caza es una actividad compleja, tanto en lo social como en los técnico, cada persona un mundo, cada especie con su técnica cinegética, y no es atribuible a nadie los defectos de otros, pero para la sociedad en general es difícil digerir las cientos de miles de imágenes que llegan a través de Internet donde se refleja que la caza es también un refugio de miserias personales.
Difícil de entender qué lleva a un cazador que acaba de matar un ciervo a cortarle los testículos y ponérselos en la cabeza para hacerse un Selfie con el signo de la victoria. O las imágenes de apuñalamientos de animales con ensañamiento por cazadores con evidentes signos de embriaguez emocional al ver brotar la sangre y que podrían rellenan cientos de horas en Internet.
Y aunque sea fuera del país, Internet anula fronteras, a cualquiera con dos dedos de frente ver la escena del padre que lleva a su hija menor de edad a matar su primer trofeo y le hace comer el corazón sangrante, le genera escalofrío, pues se trata de un cazador urbano, no el de una tribu perdida en la selva en un acto ritual.
Tengo la percepción de que el incremento cultural de nuestra sociedad, es la clave para entender esa falta generacional de adeptos a la caza. Y es también la razón por la que han aparecido en España los primeros partidos políticos animalistas, que nada tienen que ver con el ecologismo y que demandan prohibir esta actividad, al percibir que de manera generalizada, la caza va contra determinados principios éticos y morales.