En las montañas cantábricas donde hay ciervos, el bramido parece que nos acerca a territorios de naturaleza salvaje.
La humedad del mes de Septiembre ha favorecido que los ciervos hayan comenzado pronto su celo. Los bramidos se escuchan por zonas de montaña en un momento difícil para su supervivencia.
Las peleas entre machos por el control de las hembras les hacen perder la parte de un comportamiento innato de supervivencia, les hace vulnerables a los furtivos o al disparo certero de un cazador.
No es la caza en sí lo que hace que se pierda la perspectiva de vida salvaje. Para el cazador es salvaje desde el mismo momento que lo ve y trata de matarlo. Para otra mucha gente, la vida salvaje comienza cuando un ser que vive en la naturaleza puede hacerlo con libertad.
Estas escenas grabadas en zonas ocultas de bosques, podrían parecer afianzar de que efectivamente hay naturaleza salvaje en las montañas cantábricas. Pero no es cierto.
Este ciervo vive en uno de los espacios supuestamente mejor protegidos de la naturaleza ibérica, en un Parque Natural de Asturias, también declarado Reserva de la Biosfera. Estos espacios tienen como finalidad la conservación de la biodiversidad. Defender y proteger un patrimonio que es de todos los ciudadanos.
Pero en realidad es de unos pocos, solo del 2 por ciento, el resto, el 98 por ciento de los ciudadanos de este país, no tenemos derecho a sentir que está protegido, pues en este Parque Natural no hay 1 metro cuadrado donde pueda poner sus patas sin el riesgo de que le peguen un tiro.
Debería de haber una iniciativa ciudadana que exigiera a las Administraciones que en los espacios protegidos se creasen santuarios para la fauna, donde el riesgo de morir de un animal salvaje lo sea exclusivamente por cuestiones naturales.